LA FUNDACIÓN DE LA CIUDAD
En los tiempos ya lejanos en que los árabes habitaban nuestra región, que ellos llamaban Tudmir, vivían en las laderas de los montes que rodean el valle del Segura dos tribus rivales desde hacía muchos siglos. Esa enemistad había venido con ellos desde la Península Arábiga, de donde procedían. Se llamaban respectivamente yemeníes y mudaríes. Aquí vivía cada grupo procurando ignorar al otro y haciendo vida casi aparte, a pesar de ser hermanos de raza, lengua y religión. Cuando uno de ellos obtenía un cargo o un puesto oficial importante, lo ejercía favoreciendo exclusivamente a los suyos, con lo que aumentaba el odio de los otros, que esperaban la ocasión para desquitarse.
Hasta que un buen día estalló una guerra entre ellos que duró nada menos que siete años. ¿El motivo?: una hoja de parra. El asunto era tan insignificante que los historiadores lo escribieron en sus crónicas.
Ello sumió a Tudmir en una guerra generalizada que atrajo la atención del Califa de Córdoba, Abderramán II. Hacía Tudmir mandó sus tropas que separaron a los dos bandos y restablecieron la paz. En cuanto el ejército cordobés marchó, se reanudó la guerra que duró siete años. Las circunstancias obligaron a dejar esas tropas permanentemente y así se fundó la ciudad que hoy es Murcia, junto al río, en un terreno casi deshabitado, en medio del valle anegado y junto al único paso que entonces tenía el río por esa zona.
Contado por el arabista murciano Alfonso Carmona
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